Pirámides en Mendoza III

Pero bueno, a quién le importa tanta arquitectura cuando la vedette es el vino. Y en Catena Zapata lo tienen clarísimo.
Luego de recorrer los viñedos, observar el paisaje y conversar con los enólogos mendocinos, queda bastante claro que el gran tema acá es la altura. Mientras que en Chile nuestros viñedos se encuentran a escasos metros sobre el nivel del mar y el concepto de terroir - que se está convirtiendo en el factor determinante que avala la calidad de un vino a través de la definición de su identidad - no considera especialmente este factor, los vinos de Mendoza apuestan a ser diferenciados por las características únicas que parecen ser otorgadas por la altitud de la zona.
Es tanto lo que cree Nicolás Catena en ello, que en la descripción de sus vinos no habla de porcentajes de variedades distintas en la mezcla, sino que de porcentajes de altitudes distintas para una misma variedad (20% Malbec de 900 msnm, 30% Malbec 1.000 msnm, y 50% Malbec 1.500 msnm, por ejemplo), para un mismo clon y en una misma "finca", como componentes de un vino específico.
Y la diferencia se siente, sobre todo, en los niveles de acidez. Gran diferencia con los tintos chilenos, que suelen ser bastante más bajos en acidez producto de la exagerada demora en la cosecha, que causa finalmente una caída en los niveles naturales de acidez y hace que se terminen cosechando pasas que sólo entregarán un vino amermelado sin personalidad ni frescura.
En especial, el Cabernet Catena 2003 sorprende por su elegancia, vibrante color y el terciopelo de sus taninos, acompañado de notas frutales que hacen difícilmente creíble que este vino haya pasado más de un año en barrica.
Sin embargo, el gran descubrimiento fue el Chardonnay Catena 2004. De un estilo muy americano - cómo no -, entrega delicadas notas de mantequilla y almendras, una boca redondísima y profunda, un vino graso, de balanceada acidez mineral y largo retrogusto. Un vino sorprendente a este lado de la cordillera.
De hecho, el Chardonnay no es un blanco de mi preferencia, pero éste ha sido el primero que he bebido con deleite - después del Amelia - luego que aprendí a gustar de los blancos fermentados en barrica durante mi paso por K-J La Crema.
Es más, me tuve que comprar una botella.